Y sí, esto no es Wind Waker, pero os aseguro que el mar tiene casi tan buenos gráficos como el de Skull and Bones y, desde luego, muchísima mejor jugabilidad.
Os voy a revelar algo. Soy más de… perros que de gatos. ¡Linchadme! ¡Venid a por mí! ¡Moriré en esta colina! Quizá, un poco por eso, los chistes sobre maullidos, bigotes, patitas y ronroneos no me acaben de hacer mucha gracia. Aunque bueno, un buen retruécano siempre es bienvenido. Así pues, voy a hacer el primero —y os prometo que último— chiste sobre gatos: Cat Quest III es una aventura miaurrocotuda.
Si ya conocéis esta saga, sabréis que la cosa va de un juego de rol de acción. Tenemos a nuestro gatico, vamos dando guantazos (o zarpazos) a todo lo que se nos cruza por delante, completamos misiones, subimos de nivel, mejoramos el equipamiento y, para mantenernos fieles a este género, matamos a Dios al final de la aventura. Lo habitual, vaya. El girito, sin embargo, que propone Cat Quest III viene de la mano de dos cosas: personalidad y fluidez.
Empezando por la personalidad, los ya mencionados chistes de gatos están a la orden del día, y yo personalmente no podría pedir más en cuanto a un trabajo de localización más que excelente, que conserva muchas bromas fantásticas del original, como los Pi-rats en inglés convertidos en Pirratas en la versión al castellano. En este sentido, todos los personajes de la aventura, con sus personalidades más o menos rocambolescas, sus situaciones únicas y divertidas y sus diseños delirantes dan pie a un mundo la mar (jaja) de agradable en el que estar, y donde, como pasa con los juegos bien escritos, querremos leer todo lo que nos tienen que decir. En general, el juego es bien consciente de sí mismo, y nunca desaprovecha la ocasión para soltarte la sandez de turno que quiera. Es más, si completas todas las misiones secundarias, Javi, el Jabalí, te dará las gracias por ayudar a todos los PNJ, como él los llama. A esta personalidad de diálogos y personajes se le une la de un diseño de mundo colorido y francamente atractivo. Y sí, esto no es Wind Waker, pero os aseguro que el mar tiene casi tan buenos gráficos como el de Skull and Bones y, desde luego, muchísima mejor jugabilidad.
Y aquí viene el segundo factor que decíamos antes: la fluidez. Lo que más me ha sorprendido de Cat Quest III es lo inmediata, rápida, y, en definitiva, fluida que es su experiencia. Desde cosas tan triviales como los menús, pasando por los diálogos, los controles, y, faltaría, el combate. Deteniéndonos en este último, la cosa no podría ser más divertida, con un sistema de combos, magias, armas múltiples y esquivas que me han recordado a los mejores Hack and Slash de dos dimensiones. Quizá mencionar aquí a Hades sea venirse un poco arriba, pero la cosa no está especialmente lejos. El combate cuerpo a cuerpo es divertidísimo, y siempre que veamos a algún soplagaitas por ahí querremos ir a partirle los morros (perdón ya paro). El barco, por su parte, tiene como decía una jugabilidad igual de entretenida. Armados con un confiable cañón y nuestra pericia al timón, los combates navales se desarrollan con la misma simpleza e inmediatez que el resto del juego, aunque en este caso el acercamiento, por como se controla, recuerda más a un bullet hell. Mención especial a Catthullu, en ese sentido.
Cat Quest III coge las bases construidas por sus dos predecesores y las amplía en todas direcciones. Con un combate divertido hasta el infarto, un diseño de mundo precioso y del que querremos explorar hasta el último recoveco, pasando por unos personajes y diálogos francamente entretenidos, lo que nos queda es un juego pequeño, sí, pero increíblemente pulido y divertido. Siempre digo que, de vez en cuando, hace falta justo eso, un título sin mayores pretensiones que la de hacerte pasar un buen rato y sacarte un par de sonrisas. Sin cambiarle la vida a nadie, pero, lo que es más importante, sin hacérsela peor a nadie tampoco, Cat Quest III consigue que sus cinco horas de campaña sean cinco de las mejores horas del año. Y yo, que sí que es verdad que soy más de perros que de gatos, pero que siento debilidad por el mar y los barcos, solo puedo decir que miau lo he pasado miau bien. (Os he engañado, sí que había más bromas de mierda).
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