Si vamos a lanzar un juego con hermanos, ¿por qué no usar los botones A y B para cada uno?
Si hablamos de los juegos de rol como «género», sin duda a todos se nos viene lo mismo a la mente; combates por turnos, puntos de experiencia, niveles, equipamientos, historias densas y profundas, pueblos con su posada, su tienda de objetos y su armería o un rival-dios al que hacer frente al final. Sí, puede que todo eso no sea más que una sarta de clichés y sin duda mil juegos de este género se salgan de eso. Pero podemos quedarnos con dos cosas fundamentales. Dos elementos que, para mí, constituyen la verdadera columna vertebral de uno de los géneros más antiguos e instaurados de esta industria. Estos dos elementos son: la historia, y el combate.
Tendemos a recordar o a reconocer como memorables a aquellos juegos que destacan en lo primero. Esa narración épica, esos personajes inolvidables, esa historia única. Y lo hacemos por algo, al final los seres humanos siempre hemos estado profundamente conectados con las historias. Sin embargo, hoy no os quiero hablar de aquellos rpgs que recordamos por esto. Pues la otra columna, el combate, es lo verdaderamente único de este género, y hacerlo bien es lo que vuelve una gran historia, es una gran experiencia. Quizá os suenen términos como «comandos de acción» o «ataque tándem». Sí, hoy os quiero hablar de Mario & Luigi. Y más concretamente, de su primera entrega.
Los Magnum Opus son una sección que no lleva título —o al menos los míos no llevan, llamadme raro— pero si pudiera ponerle uno a este sería: «Deleite mecánico». Después de remover las bases de todo un género con Super Mario RPG, y tras instaurar y asentar un claro interés por los juegos de rol del fontanero con Paper Mario, Alphadream nos trajo, en 2003, un juego que daría pie a toda una saga: Mario & Luigi: SuperStar Saga. Lo de la saga se ve que ya lo tenían claro desde el principio.
Donde Super Mario RPG o Paper Mario proponían ligeros toques de acción en un combate que, digno a su género, seguía siendo lentorro, Mario & Luigi propuso un acercamiento totalmente distinto. Los juegos de Mario son juegos de acción, Mario, siempre, ha basado su jugabilidad y su esencia en el movimiento. Así que los personajes no pueden estarse quietos. Desde el primer combate de SuperStar Saga vemos que la cosa va por ahí. Tenemos solo a Mario, en este caso, enfrentándose por enésima vez al sempiterno Bowser, que vaya usted a saber el motivo, pero está dando la matraca por el castillo de Peach. Es en este primer enfrentamiento donde escuchamos un tono de batalla ya histórico, y donde vemos a Mario, en su posición a la izquierda de la pantalla, bailando. Sí, sin parar y con un salero sorprendente, nuestro bonachón de rojo no para de mover el esqueleto aun cuando estamos pensando en qué acción hacer a continuación. Y entonces elegimos una acción y… ¡pim! Dándole al botón A en el momento preciso, aumentamos la efectivad de la castaña que le hemos metido a la tortuga. Pero eso no es todo. Bowser no se va a quedar ahí mirando, así que se acerca, abre la boca, escupe fuego y… ¡pam! Mario lo esquiva grácilmente saltando encima de ese fuego, eludiendo completamente el ataque pulsando, otra vez, A. Este tutorial apenas dura cuatro turnos, pero ya es más dinámico que todo el conjunto de juegos de rol de la era de la Super Nintendo. Y esto no ha hecho más que empezar.
Porque a esta fiesta, como bien nos indica la portada del juego, se nos une nuestro querido hermano: Luigi. En un giro dramático de los acontecimientos, este se ve obligado a acompañarnos en nuestra travesía al reino judía, y ahora durante los combates la pista de baile aumenta, y son los dos hermanos quienes sacan los pasos prohibidos mientras eliminan a cualquier cosa que pongan por delante. Los comandos de acción, tan establecidos, ahora dan un giro absoluto obligándote no solo a usarlos mucho más y de formar mucho más rápida y exigente, sino a usar dos botones distintos. Tan revolucionaria es esta idea que el botón B, ese que siempre asociamos a ir hacia atrás y que, desde luego, nunca se usa para ejecutar nada, se vuelve ahora el otro botón principal. ¡Un axioma como ese, el del botón B, roto en mil pedazos! Pues Luigi siempre ejecutará todo con él, y Mario con su respectivo A. Quienes han jugado a algún título de esta saga tienen esa asociación tan hecha como los colores de los dos hermanos.
Alguno podría pensar ¿y eso es todo? ¿Una esquiva y dos botones son suficientes para soltarme esta chapa? Lo cierto es que he hecho trampa, ya que he evitado mencionar un último detalle. Aquello que termina de girar, otra vez, a los comandos de acción. Permitidme hablaros de los ataques tándem. Estas habilidades, ejecutadas al alimón por ambos hermanos, son la tercera pata de este taburete, y, en mi opinión, la más divertida. No contentos con bailar permanentemente, darle a su respectivo botón cuando toca atacar y observar a los enemigos para esquivarlos también pulsando los botones cuando toca, nuestros intrépidos hermanos sacan a relucir una coordinación y una agilidad propias de los mejores maestros circenses para ejecutar sus ataques más demoledores. Explicar cómo se desarrollan estos ataques sobre el papel no es fácil —hablar de dinamismo en algo tan estático como el texto no lo es— pero dejémoslo, por simplificar, en que se tratan de pequeños juegos de botones, una cuestión de apretarlos en un orden y con una cadencia determinadas para producir el máximo daño posible. Esta idea de los tándem, que se ha mantenido siempre en la saga, ha ido cambiando y evolucionando con el tiempo, pero nunca, a mí parecer, han superado a los de su primerísima entrega.
Cada uno de estos ocho ataques cuenta con su pequeño reto, su exigencia mecánica única que hace divertidísimo ejecutar el movimiento en sí. Es, como decía en nuestro hipotético título, un deleite mecánico, la oportunidad de ver a tus dedos y tus ojos coordinarse con una precisión milimétrica. Es el tiempo brujo de Bayonetta, es el parry de Sekiro, es el derrape perfecto en Mario Kart. Es, en definitiva, la cúspide donde la habilidad el jugador y la exigencia del juego se encuentran y se dan la mano. O bueno, por seguir el símil de los hermanos, donde se abrazan. Y como digo, resulta difícil describirlos en el papel. El mayor favor que os podéis hacer es lanzaros a esta aventura y probarlo por vosotros mismos. Hacedlo, no os vais más que a divertir.
En este sentido, siempre he pensado que hay una forma de distinguir el buen juego de rol del mediocre: la calidad de sus combates triviales. En cierto sentido, los cimientos de este género son precisamente eso, los combates triviales. Sin ellos nuestra aventura carecería de sentido, son el «trámite» necesario y constante, el hilo conductor. Dejar de lado estos combates y hacer que el jugador busque rechazarlos denota mala praxis. Tampoco hace falta que el jugador los busque, simplemente están ahí porque hacen falta, y punto. Pero no con Mario & Luigi. Por primera vez en muchos, muchos años, me he encontrado a mí mismo anhelando el próximo enfrentamiento trivial. Forzado hacer todos los que pudiera. Así de divertidos son estos juegos, así de entretenido es cada combate. Cada comando de acción bien ejecutado, cada esquiva, con los patrones de los enemigos diseñados para buscarte las cosquillas y evitar sus golpes de mil formas distintas y, por supuesto, los ataques tándem. Todo ello crean un conjunto jugable tan absolutamente soberbio que siempre, y digo siempre, querrás buscar al próximo tolai al que darle hasta en el DNI. Nunca cansa esquivar al enemigo, o darle un martillazo o simplemente ver a los hermanos bailar al ritmo de un temardo. Mario & Luigi: SuperStar Saga consigue lo que casi ninguno: hacer del combate trivial uno siempre memorable.
Quizá, si os acordáis de lo que os he contado al principio de este texto, recordaréis aquello de las dos columnas del género. Y sí, no he dicho ni pío acerca de la historia de este título. Y bueno, qué queréis que os diga, esto no deja de ser un juego de Mario. Y si bien es cierto que la propia saga Paper Mario nos ha demostrado que se pueden hacer cosas con los personajes del reino champiñón, casi todo el resto de títulos del fontanero nos han demostrado otra cosa: que no importa. ¿Alguien diría que Super Mario Odyssey es un juego malo por tener una historia mediocre? No, nadie en sus cabales. Mario & Luigi continúa con la misma filosofía; la de hacer un juego divertido primero y por encima de todo, y la de plantear una trama y personajes después. Y, aun así, dejándolo de lado y siendo lo menos prominente, el juego aterriza de pie.
No os engañaré diciéndoos que lo que SuperStar Saga tiene que contar os va a cambiar la vida. Pero si conocéis un poco esta saga sabréis que, al igual que Paper Mario, el humor es una parte fundamental de la escritura. Los juegos de Mario & Luigi son verdaderamente graciosos, con personajes descacharrantes, situaciones la mar de rocambolescas y un estilo al más puro estilo de un dibujo animado. No hay un diálogo que no merezca la pena leer, una «cinemática» diseñada con cariño y que, como poco, te dibujará una sonrisa. No, el motivo por el que querremos seguir jugando nunca serán estas pildoritas de humor y buen hacer, pero son lo que convierte una estructura jugable impecable, en, una vez más, una experiencia impecable.
Reconozco que me fascinan los juegos de rol. Pocas veces pierdo la oportunidad de probar los que más me llaman la atención, los más nuevos, los más grandes, los más pequeños, los más especiales. Y, sin embargo, creo que nunca encontraré alguno que, mecánicamente, supere a este. Por más que un Xenoblade Chronicles me cambie la vida con su historia, siempre volveré al sencillo reino judía. Por más que un Dragon Quest me repita cómo se hace un juego de rol de los de siempre, siempre preferiré a los bailongos hermanos. Es algo que no puedo evitar. Un amor por el género que se une a un amor igual de grande por la acción, por la buena acción. La franquicia Mario & Luigi siempre ha sido ejemplo superlativo de esto, esa mezcla perfecta entre conceptos aparentemente dispares, pero que ya nunca se podrán separar. Deleite mecánico, eso ha sido revivir esta aventura, y eso es lo que caracteriza a una franquicia, que, veremos, parece estar a punto de volver por todo lo alto. Os invito, eso sí, a no tener prisa. A no construir la casa por el tejado y a visitar este título antes de emprender las nuevas aventuras. Os garantizo que la música se os meterá en la cabeza, los ataques tándem se quedarán grabados en vuestra memoria muscular y ver a Luigi aterrorizado os sacará una sonrisa. Viviréis una de esas experiencias tan propias del género, en definitiva. Y lo haréis con aquel que ha perfeccionado una de las dos columnas. La que, si me lo preguntáis a mí, es la más importante.