«Nadie puede ser juez y parte». El refranero español me da hoy la oportunidad de explicar uno de los aspectos más complejos del análisis de videojuegos; la objetividad.
No creo que sea el único al que le chirría mucho escuchar a alguien hablar de un juego tratando de ser «objetivo» , como si esto fueran matemáticas. Los videojuegos, como cualquier otro producto cultural y artístico, no pueden ni deben ser valorados teniendo en cuenta una serie de parámetros fijos, sino desde una perspectiva mucho más realista: la experiencia personal. De la misma forma que una canción, una comida o un cuadro no son nunca del gusto de todos, un juego puede llegar a ser una experiencia con una profundidad y complejidad tal, que tratar de reducir todo ello a algo medible – véanse las notas – muchas veces no es suficiente.
De esta inquietud nace esta sección. Magnum Opus pretende ser un paraguas bajo el cual podamos hablar de aquellas obras que nos resultan excepcionales por el motivo que sea, más allá de análisis o valoraciones. Un espacio para los ensayos, las reflexiones, las retrospectivas o cualquier formato análogo que nos sirva de vehículo para expresar la pasión y el amor hacia una obra en particular. Y ojo, porque hablo de videojuegos, pero no solo queda aquí la cosa, pues las series, la música o cualquier otro producto son bienvenidos en esta casa.
Dicho esto, espero que haya quedado más o menos claro de qué va la cosa, aunque como suele ocurrir, hasta que no veamos el primer texto propio de la sección, es posible que nadie sepa por donde sopla el aire. Os invito encarecidamente a leer los textos que surjan de esta nueva etiqueta, pues creo que la pasión por el medio que se reflejará en estos los hará los más interesantes. Ahí os espero.