[…] pocas veces me ha resultado tan gratificante quitar el polvo.
Siempre me han causado cierta fascinación los juegos que tratan de emular la realidad. No, no hablo de aquellos que buscan el hiperrealismo gráfico, sino esos títulos que, literalmente, quieren parecerse a la vida real. El típico juego de limpiar una casa, de ordenar una estantería o de quitar barro con agua a presión. Labores que de hacer un martes a las cinco nos resultarían profundamente tediosas, de pronto —gracias a los jueguicos— se convierten en entretenimientos más que razonables. Luigi’s Mansion sigue un poco esta filosofía, al final el juego va de pasar la aspiradora por un casoplón. Y, sin embargo, pocas veces me ha resultado tan gratificante quitar el polvo.
Y aunque el juego vaya de pasar la aspiradora, es razonable preguntarse de qué estamos hablando. Luigi’s Mansion es, antes que nada, un juego de puzles. Pero no solo de puzles. También mete un pie en el terror (con la evidente inspiración en los grandes clásicos, probad sino a abrir una puerta) pero no es una obra que inspire temor. Quizá la mejor forma de definir Luigi’s Mansion sea decir que se trata de un juego del género «Luigi’s Mansion». Esta diferenciación, este acercamiento único es una de las cosas que más llama la atención al jugar. Como decía, nuestro querido y verdoso protagonista deberá recorrer una gigantesca mansión e ir limpiándola, pero no solo de polvo, también de fantasmas. El juego se divide por las distintas estancias de dicha mansión, donde, normalmente, deberemos resolver algún puzle que nos permita mostrar la debilidad del espectro de turno y poder así succionarle bien succionado con nuestra confiable Succionaentes. La parte del puzle es explícita en este sentido, con un uso genial de las capacidades en su día de la Gamecube, permitiendo que las físicas, las luces, las sombras y todo el apartado técnico en general, no solo se sientan hoy totalmente vigentes, sino que dejan en ridículo —especialmente en materia de dichas físicas— a muchos juegos actuales. Todos los espectros caen de formas distintas, obligándote, dentro de un reto mental razonable, a usar todas las herramientas a tu disposición para resolver el desafío, desde encendiendo velas, haciendo rebotar pelotas de billar, lanzando sacos de boxeo y mil ideas locas más que por sí solas no le van a cambiar la vida a nadie, pero que en conjunto muestran una evidente mano a la hora de diseñar un desafío interesante. Y todo en solo seis horas.
Sí, seis horas. Anécdota curiosa: Luigi’s Mansion no debería existir. En su día se concibió como una demo técnica para mostrar la potencia de su consola, pero debido al retraso con Mario Sunshine, hoy disfrutamos de una de las sagas más carismáticas de Nintendo. Esta es otra de las cosas que más sorprenden al jugar, lo sucinto de la experiencia, pero que aun así logra trasmitir magnitud. Es cierto que todo el juego transcurre en la mismo lugar, la mansión, pero aún así su intrincado diseño, sus largos pasillos y sus puertas cerradas la convierten en una de las localizaciones más reales y memorables de la franquicia Mario. Y aquí entra el segundo factor: el terror. Sin pretender engañar a nadie, está claro que esto es un juego de Nintendo, así que tranquilos, miedo no vais a pasar. Sin embargo, un acercamiento amable no quiere decir que el juego no sea capaz de generar atmósfera. Hablaba antes de los largos pasillos, pues bien, en estos lo más probable es que nos asalten fantasmas por la espalda. Cada vez que entremos en una nueva estancia, no nos taparemos la cara de terror, pero sí que nos mantendremos alerta por la expectación de ver qué es lo que viene después. Cada vez que caiga un rayo, veremos nuestra sombra reflejada en la pared. El miedo quizá no nos invada a nosotros, pero creedme que a Luigi no le va a faltar.
Luigi’s Mansion, ya lo decía al comienzo, es un juego más o menos difícil de catalogar. Una aventura de puzles, con los toques justos de acción, y que quiere ser una suerte de homenaje, casi rozando la sátira, del género del terror tradicional. Una idea complicada de vender, y que sin embargo ha dado pie a una de las mejores —al menos en mi opinión— franquicias de Nintendo. Pocas cosas hay más divertidas que atrapar a cuatro fantasmas y tirar de todos ellos de golpe, en esa suerte de minijuego que es empujar la palanca en sentido contrario al espectro para absorberlo más rápido. Pocas localizaciones se quedan tan grabadas en la memoria como esta mansión, con un trabajo en la coherencia, el rollo laberíntico y la arquitectura que me quieren recordar, incluso, al trabajo excelente de From. No, no creo que Luigi’s Mansion sea uno de esos juegos que se catalogan automáticamente como obra maestra, y entiendo que ciertos apartados, como unos controles más o menos vejetes y una música que casi brilla por su ausencia, pueden no ser del gusto de todos. Sin embargo, me sigo fascinando cuando agarro una cortina con la aspiradora, me sigo quedando alucinado con lo brillante de muchos de sus puzles, y sigo disfrutando, a cada paso que doy por los pasillos, de lo bello de la mansión. Al final es un juego de eso, andar y aspirar. Más ordinario imposible. Y, sin embargo, a mí me resulta una experiencia ciertamente extraordinaria.
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