I’ve only had Neva for a day and a half, but if anything happened to her I would kill everyone in this room and then myself.
Seguramente, Neva sea un juego demasiado bonito para hablar de él con sucias palabras. Jugad a Neva, primero, y leed esto después.
Los videojuegos son una oportunidad única para evadirnos de la realidad. Para sumergirnos en los mundos que la pantalla pone ante nosotros. Viajar a esos lugares mágicos e imposibles, vivir aventuras inolvidables y, al final, pasarlo bien. Es la magia de este medio, esa inmersión tan tan especial y tan tan distinta a lo que cualquier otro puede lograr. La primera vez que juegas a Neva, es difícil no sentirse así, inmerso. Es difícil no crear un vínculo ya inquebrantable con su protagonista (no la espadachina, no). Es difícil no sentirse arropado por sus árboles, sus colores y su música. Es difícil, en definitiva, no enamorarse.
Neva va de eso, al final. Del vínculo que el amor crea entre jugador y bestia, entre tú y la lobita Neva. En apenas cinco minutos de juego ya te quedarás embobado viendo como menea la cola cuando está contenta, o la forma en la que bebe agua en cuanto se encuentra un charco. Salvo que no tengáis corazón, os costará no estremeceros cuando una inexperta Neva intente hacer un salto que le queda algo grande, y se meta una castaña contra el suelo de cuidado. Sentiréis verdadero amor por esa criatura cuando se asuste y se arrope en vuestros brazos para sentirse segura. Sí, ya veis que me estoy poniendo muy sentimental, pero hablábamos de vínculos, de esos que solo este medio puede construir. Neva es una de las criaturas más vivas que he conocido en un videojuego, y de verdad que la parte que más os llenará de esta experiencia tan pequeña y personal, será esa conexión.
Pero querréis más. Querréis seguir explorando ese mundo precioso, escuchar la música estremecedora y, por supuesto, seguir acompañando a Neva. Hasta el fin del mundo si es preciso. En este sentido, Neva, el juego, propone una aventura de plataformas y acción apabullante en lo visual y correcta en lo jugable. No hay un fondo, una plataforma, un animal o una partícula que no logren dejar absorto al jugador contemplando sus escenas, todas ellas creadas con un gusto artesano sin parangón, y que hacen que cada frame del juego sea un potencial fondo de pantalla. No hay un solo momento en Neva que no cumpla en ese apartado, y, en general, en todo lo que a arte se refiere. En lo jugable, decía, la cosa es simplemente «correcta». Neva presenta una mejora sustancial con respecto a su predecesor Gris, pero sigue siendo un juego que pone su fuerza en otros lugares. Aun así, os mentiría si os dijera que no me ha sorprendido para bien en este apartado. El movimiento de nuestra prota es fluido y libre, con un doble salto y una esquiva que nos darán mucha libertad a la hora de explorar su escueto pero denso mundo, y que brilla especialmente en los momentos de plataformeo, exigiendo verdadera pericia si queremos alcanzar algún coleccionable particular. Tenemos, novedad, combate. Un combo básico de tres espadazos y alguna cosita más que no os voy a contar constituyen la totalidad de las mecánicas que Neva propone para enfrentarse a sus enemigos. Una vez más, hablar de excelencia es ser demasiado generoso, pero de nuevo resulta refrescante lo muy cuidado que está este apartado para tratarse de una experiencia contemplativa. Ningún enfrentamiento nos pondrá en verdaderos apuros, pero el juego logra, con un muy bien medido sistema de salud, darle tensión a todos los combates que quiere. No vas a recordar Neva por esto, pero no lo vas a recordar para mal por esto tampoco.
Neva, lo decía en la primerísima línea, es un juego que es mejor que viváis de primera mano. Una de esas pildoritas concentradas de verdadero buen gusto y saber hacer, una demostración magistral de diseño de niveles y de, sobre todo, diseño de vínculos. Me va a resultar complicado jugar a cualquier otro juego y no echar en falta el botón para llamar a Neva, o poder pararme a verla jugar con las mariposas o las hojas. El verdadero logro de este juego está ahí, en lograr, aun con un arte y diseños absolutamente soberbios, que fijes la mirada en la lobita y la quieras abrazar hasta morir. Mención especial a los logros, de los que no os diré nada pero que, de nuevo, demuestran la mano de quien ha hecho este juego. Poco más o tengo que contar. No os perdáis Neva, os haríais un flaco favor, y perderéis una amistad de esas que perduran en el tiempo. Y recordad que por largo que sea el otoño o el invierno, la primavera, siempre, termina por llegar.
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