Super Mario RPG (2023) es un título que se mantiene fiel en lo que no debe, y cambia lo que hacía del original una experiencia memorable.
Es difícil hacer bien un remake. No todo el mundo tiene la habilidad de Capcom a la hora de refrescar viejas experiencias y ser capaz de mostrárselas a un nuevo público, con sus estándares actuales, sin perder por el camino la esencia del juego en el que se basa. Super Mario RPG tiene el descaro de ni siquiera llevar la coletilla «remake» en el título – aunque bueno, los Resident Evil tampoco – y lo hace porque parece que esta nueva versión viene a sustituir al original, a fingir que el primero nunca existió y que, este sí, es el auténtico Super Mario RPG. Ojalá lo fuera realmente.
El juego que Square Soft y Nintendo nos trajeron – bueno, a Europa no – a finales del siglo pasado fue en su día un proyecto rompedor. Nada menos que Mario, el personaje que ya entonces se había hecho con el puesto de «Señor videojuego» comenzaba sus andaduras por un género que no parecía casar con él en lo absoluto: los juegos de rol. Y lo hacía, además, de la mano de la compañía encargada de Final Fantasy, algo así como el «Señor RPG». Sobra decir lo bueno que es este juego. En una época donde jugar a un juego de rol era el equivalente lúdico a rellenar una hoja de Excel, Super Mario RPG proponía un acercamiento infinitamente más desenfadado y dinámico, sin grandes textos, historias interminables, escenas lacrimógenas, sistemas infinitos ni farmeo excesivo. Proponía, a fin de cuentas, hacer el juego de rol accesible a la misma gente que jugaba a Super Mario: algo que pueden disfrutar personas de todas las edades. Es especialmente notable el sistema de combate, infinitamente simple – incluso para la época – pero que aun así añadió una capa que se volvería la identidad misma de los juegos por turnos del fontanero: los comandos de acción. Para los menos versados en esto del mana, los comandos de acción le exigen al jugador que, una vez escogida la acción que desea ejecutar este turno, no se quede simplemente viendo la animación de turno, sino que intervenga en lo que ocurre, pulsando el botón en el momento justo, soltándolo cuanto toque o machacándolo sin piedad. Además, ocurre lo mismo con la defensa, la oportunidad de anular parte del daño enemigo si, de nuevo, pulsamos el botón en el instante preciso. Esta capa fue, como digo, la identidad que definiría los siguientes juegos de Mario en esto del RPG, con la vertiente Paper Mario manteniéndose más cercana a este acercamiento y Mario & Luigi volviendo estos comandos de acción en algo infinitamente más complejo y potente. Salta a la vista que Super Mario RPG es un juego importante, y su legado y su calidad son algo indiscutible.

Lo que sí se puede discutir es el legado y la calidad de este remake. Por resumirlo en una cita, «sencillamente peor». Lejos de tratar de corregir las carencias del juego original – que más que carencias son ideas que no casan con los estándares actuales – o intentar introducir ideas nuevas que puedan hacer que un juego que va por los treinta se sienta moderno y vigente, esta nueva visita para Switch es irracionalmente fiel. Todas las cosas que podrían chirriar al jugador actual, desde controles mejorables, sistemas mal balanceados, perspectivas ininteligibles, procesos lentos, diálogos malos o estructuras incómodas y repetitivas no solo se han mantenido en este «fiel» remake, sino que algunos de estos problemas se agravan con el escaso intento que hace el juego de ofrecer algo nuevo. La novedad más notable está en los combates, donde ahora, si ejecutamos bien un comando de acción de ataque, dañaremos no solo al objetivo de este sino a todos los enemigos en pantalla. Esta, en apariencia, tontería, genera lo que ya estaréis suponiendo, un desbalanceo de proporciones gargantuaescas que da pie a que todo el juego, que en el original se sentía desafiante y mínimamente estratégico, se vuelva trivial y protocolario, con combates tan sencillos que roza el insulto, con jefes míticos del original por su dificultad que aquí pasan desapercibidos por morir en menos de cinco minutos.

Lo que le termina ocurriendo a este remake es que no puedes dejar de pensar «preferiría jugar al original». Preferiría esos gráficos pixelados a lo Donkey Kong Country a modelos genéricos en 3D. Preferiría esos diseños locos y extraños a la enésima iteración de Goomba. Preferiría esa dificultad rota de la época a los combates que se hacen solos. El único añadido que me parece reseñable de este título está en su bestiario, que incluye descripciones que, os seré sincero, me han sacado más de una risa. No obstante, me parece de delito punible que esto sea todo lo que puedo decir bueno de este Remake. Super Mario RPG (2023) es un título que se mantiene fiel en lo que no debe, y cambia lo que hacía del original una experiencia memorable. Borra completamente ese recuerdo bonito y entrañable de un juego del siglo pasado y lo sustituye con una experiencia sumamente genérica y simple, que no transmite nada y que, desde luego, no va a enamorar a una nueva generación al género de rol como sí pudo hacerlo en los noventa. ¿Es un mal juego? No, porque parte de una base sólida, que, aun sin aguantar perfectamente el paso del tiempo, sigue siendo disfrutable. ¿Es un mal remake? Malísimo, no os quepa duda. Si os apetece jugarlo, id a por el original.
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