El efecto placebo es una de las muchas formas que tiene nuestro cerebro de materializar su superpoder más notorio: la sugestión. Esa capacidad de engañarnos, o de persuadirnos, para percibir el entorno de forma distinta, notar sensaciones que no existen o acentuar otras no tan notables y, en general, volvernos medio locos. En el caso del efecto placebo, esto se traduce – casi siempre aplicado al campo de la medicina – a que algo que en principio no debería tener un efecto en ti, véase la típica «pastilla» que en realidad no es más que un mentolado, sí te acabe haciendo sentir mejor o mitigando algunos síntomas. Un producto que no es lo que debería, pero que te hace sentir bien.
Kannagi Usagi (al que voy a llamar así de ahora en adelante porque los kanjis no son lo mío), es una copia descarada. Un robo a mano armada de uno de los mejores – sino el mejor – juegos de acción de la historia. Os hablo, por supuesto, de Sekiro: Shadows Die Twice. Tampoco sorprende sabiendo que se trata de un estudio chino quién está detrás de este juego, aunque no pretendo hacer de este análisis un comentario medio xenófobo sobre toda una nación. Lo importante aquí es comprender que Kannagi Usagi no es más que eso, una experiencia breve que arrampla con todo lo que el título de samuráis de 2019 propuso entonces, con alguna limitación. En este caso, quedándose con el núcleo más puro del juego, el parry, el mikiri y el salto. Todo recreado con los mismos botones, los mismos kanjis de advertencia y, por supuesto, las mismas animaciones. Como he dicho nada más empezar, una copia descarada.
Pero ojo, no penséis que me he puesto a escribir simplemente para desacreditar este título. Kannagi Usagi es un copia-pega de manual, pero aún no os he dicho lo más importante: que es gratis. La desarrolladora no pretende cobrarte por un juego que, en el fondo, ni siquiera han hecho ellos. Y aquí es cuando la cosa se pone interesante, porque este título es igual que Sekiro, sí, pero lo es, también, en el buen sentido. El juego se compone en su totalidad de una escasa decena de enfrentamientos contra jefes, sin masillas ni trámites. Combates directos contra enemigos que, si nos fijamos bien, estarán basados en algunos de los rivales que ya enfrentamos en Ashina hace tiempo. Lo notorio aquí es que todos y cada uno de estos combates son increíblemente divertidos. Todos ellos pondrán a prueba un control absolutamente exquisito, que iguala en precisión y calidad al del juego de From. Unas animaciones que permiten telegrafiar el ataque enemigo con la antelación justa para clavar el parry, unos efectos de sonido y visuales que nos permiten distinguir de forma unívoca cuando hemos detenido el ataque enemigo en el momento justo o no. ¿Os suena todo esto? Sí, sigue siendo Sekiro, y es un auténtico placer.
Este análisis va a ser breve porque no hay mucho más que decir. Kannagi Usagi, lo reitero una vez más, es una copia en lo mecánico de Sekiro. Pero es una copia que sabe captar la precisión en el control y el desafío en los combates que volvía una experiencia insuperable al título de 2019. Un juego que intenta sin éxito sustituir el hambre que todos, yo el primero, tenemos por una secuela de las aventuras del lobo. Y pese a que no sustituye este hambre, sí que se convierte en un placebo que entra la mar de bien.
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