Y aunque esos diez euros me pican, no os quepa duda, por lo menos han dado lugar a algo menos aburrido de lo que suena.
Calma, no os preocupéis, esto no es un análisis al uso. Yo soy igual de consciente que vosotros del sinsentido que representa pretender que un «juego» de estas características pueda tener nota. Sin embargo, y en aras de mantener el espíritu vanguardista y de rabiosa actualidad que representa a esta santa casa, no he podido evitar meterme en esa Switch 2 gigante, patinar sobre su pantalla y leer acerca de imanes.
Lo que sí se podría evitar —empezamos por aquí, hay que quitar la tirita— era lo de pagar diez euros por esta experiencia interactiva. Más allá de que necesite usar un eufemismo para tan solo definirlo, hablamos de un producto que sí, estoy con vosotros, debería haber sido gratis. Resulta particularmente irónico que quieran cobrarte algo así los mismos que, hace no tanto, te regalaban los juegos y nunca se les habría ocurrido lanzar una consola sin algún título que lo acompañase obligatoriamente. Pero aquí estamos. Y aunque esos diez euros me pican, no os quepa duda, por lo menos han dado lugar a algo menos aburrido de lo que suena.
Nintendo Switch 2 Welcome Tour es, antes que nada, una oda a la ingeniería. Pero no a LA ingeniería, sino a la aplicación particular de esta a la hora de desarrollar la nueva híbrida de Nintendo. Principios de palanca, aleaciones de aluminio, lentes fotográficas, costuras en zigzag y protocolos de imagen. Welcome Tour te lo quiere contar todo, te quiere explicar cuán al dedillo se ha diseñado esa zona redondeada, qué objetivo cumple el plástico más enano y trivial y de qué forma nunca vas a poder romper la consola. Es verdaderamente sorprendente lo técnico de este título, el mucho detalle que se da en circunstancias donde seguramente la mayoría de lectores no tendrán ningún interés, pero igualmente se da ese detalle. En ese sentido, es palpable el cariño y el esfuerzo invertidos en esta experiencia. Cada imagen, cada frase y cada pequeño chascarrillo escondido en forma de respuesta de test, todo ello muestran el increíble orgullo que sienten los arquitectos de esta máquina, la forma en la que quieren demostrarte que nada está ahí por azar, que han hecho la consola pensando en ti, el jugador, que han hecho la consola pensando en los juegos, en sus posibilidades, en la diversión. Seguramente a vosotros, al igual que a mí, os importe más bien poco que el botón L tenga dos puntos de opresión en lugar de uno, pero, de lo bien que te lo explican, de la ilusión y satisfacción que desprende esa explicación, no puedes evitar pensar «jobar, pues no veas qué guapo».
Y más guapo todavía es el resto de esta —otra vez— experiencia interactiva. Más allá de las clases de diseño y de física, el resto de la experiencia te propone algunos minijuegos y experiencias más o menos sencillas y tontorronas: esquivar pinchos con un ovni, tocar la pantalla en varios puntos a la vez o descubrir qué figura se esconde haciendo uso de la vibración entre otros. Ninguno de estos minijuegos son increíblemente divertidos o complejos, pero sí se agradece que estén ahí, para aliviar un poco entre lección y lección. Algunos, además, son endiabladamente difíciles en sus máximas dificultades, como uno donde hay que buscar el punto de mayor vibración, o ese donde hay que discernir si el melón que va rondado por pantalla se mueve a sesenta o a ciento veinte imágenes por segundo. Son entretenidos y originales, vaya, y aunque no tengan mucha miga, bueno, tampoco les hace falta.
Welcome Tour está bien. Sí, es una excentricidad y es café para muy cafeteros, pero como poseedor de un nuevo trasto, creo que resulta interesante conocer todos sus entresijos y saber exactamente cómo funciona todo y qué ha llevado a que así sea. A todo este conjunto se le suma un acabado que da gusto verlo, un cierto sentido del humor muy marca de la casa y, a grandes rasgos, el buen gusto. Me da rabia que ese cariño, esa pasión, ese orgullo y ese buen gusto no se traduzcan en la forma de vender este producto. Porque no, no vale lo que cuesta salvo que os interese muchísimo el diseño mecánico y la ingeniería, e incluso entonces no tengo claro que no sea mejor verse un vídeo en Youtube. Lástima, de verdad, que Welcome Tour no venga preinstalado en la consola, esa misma que tanto se afana en definir y diseccionar, esa a la que reverencia, pero que se separa del mismo por una barrera económica objetivamente minúscula, pero verdaderamente infranqueable.