Buscaminas 2 | Análisis de Dragonsweeper

Enlace al juego en Itch.io: https://danielben.itch.io/dragonsweeper

Un trabajo de genio de manual.

Existen algunas «experiencias lúdicas» (no necesariamente juegos) que son absolutamente universales. ¿El ajedrez? Todos los conocemos. ¿El tres en raya? Perfectamente jugable durante las clases de matemáticas. ¿El comemierda? Donde esté un buen dos de oros que se quite todo lo demás. El buscaminas… bueno, creo que encaja por ahí. Un poco con pinzas, sí, pero encaja. ¿Y qué tienen todos estos juegos que los vuelve así, universales? La sencillez. Todas estas experiencias se definen por unas normas y objetivos hiper concretos y comprensibles. Cómete al rey del adversario, quédate sin cartas, encuentra todas las minas. Son juegos cuya base fundamental está reducida a la mínima expresión, son sólidos como el diamante, y tocar la más mínima pieza de ellos los vuelve bichos totalmente distintos. Vaya, que no es fácil innovar en algo así.

Dragonsweeper, sin embargo, innova. La idea es bien sencilla. Somos un caballero llamado Jorge, y nos encontramos en mitad de una mazmorra. En el centro de esa mazmorra habita un dragón con exactamente trece puntos de vida. Nosotros, con nuestros cinco pedorros corazones, no somos rival, así que toca ir recorriendo la mazmorra e ir matando criaturas más débiles hasta poder hacer frente al lagarto. La gracia, por supuesto, está en que la mazmorra está cubierta de losas que nos revelarán cuánto suman, en total, las vidas de todos los enemigos que circunvalan una de estas. Si un enemigo tiene tres de vida, le derrotamos perdiendo tres de nuestros corazones. Si ahora nos quedan dos y luchamos contra ese paladín con siete puntos, la cascamos. Simple, limpio, casi tanto como el buscaminas original y, desde luego, mucho más interesante.

En realidad, no os puedo contar mucho más. La gracia del juego está en descubrir, restando y sumando furiosamente, qué peligro se encuentra en la siguiente losa, ver si podemos vencerlo y tratar de optimizar las subidas de nivel que nos recuperan toda la vida y también la aumentan. Como en el propio buscaminas, las matemáticas están increíblemente presentes, aunque ahora acompañadas del recubrimiento, mucho más familiar, de los dragones y de las mazmorras. Resulta sorprendentemente emocionante cargarse a esos sprites estáticos y feotes, subir de nivel a nuestro querido Jorge (con sus flamantes 12 x 12 píxeles) y ver qué hay debajo de esa casilla. El juego, pese a mantener la limpieza del buscaminas original, sabe aportar la suficiente variedad para generar esa emoción, para invitarte a probar y, sobre todo, a aprender.

Una mecánica imprescindible, eso del aprender. El propio juego nos lo recomienda en su manual.  «Cuando mueras, observa los patrones de los enemigos». Sin querer daros más pistas de las necesarias, os diré que esto, efectivamente, es crucial. No vais a derrotar al dragón usando solo la lógica de la aritmética. Ahí es donde esto se convierte en algo más que una variante del buscaminas, y pasa a ser una evolución del buscaminas. Desarrollar estrategias en base a la colocación de ciertos elementos, predecir dónde y cuándo curarse para optimizar la partida, buscar el inicio que más nos convenga. Sencillamente brillante.

Tengo un amigo en la universidad que siempre que se aburre en clase, se pone a jugar al buscaminas. Voy a presentarle a Dragonsweeper, a ver si es capaz de dejarlo una vez empiece. Yo me he picado, una hora larga, hasta que he conseguido que Jorge salga victorioso. Una victoria mil veces más satisfactoria que la carita con gafas de sol del buscaminas, basada en reglas casi tan perfectas y sencillas, pero dándoles las vueltas necesarias para ir un paso más allá. Un trabajo de genio de manual, y una experiencia imprescindible para matar el rato en la oficina.

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Autor

Por Miguel

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