Poner Rift of the Necrodancer en difícil te recordará que eres un flipado, pero también te enseñará que el juego es flipante.
Sabes que la música del juego es buena cuando terminas yendo a Youtube a buscarla, te la bajas, la escuchas un par de veces en el momento y, al día siguiente, te la pones en el coche. Así de buena es la música de Rift of the Necrodancer, cuyo nombre os sonará por aquello de la cripta, y quizá por las andaduras rítmicas de Cadence por Hyrule. Una música que no viene solo a acompañar al juego que la contiene, sino que viene a definirlo y a hacer de sí misma las propias mecánicas jugables.
Si esto último os ha sonado muy complicado, podéis limitaros a recordar un juego como Guitar Hero. Tenemos nuestros carriles por los cuales irán descendiendo las notas que, llegado el momento exacto al ritmo del compás, deberemos golpear con la flecha direccional de turno. La gracia, sin embargo, de Rift, es que las notas no lo son como tal, sino que veremos descender por esas hileras a toda una ristra de limos, esqueletos, murciélagos, caballeros y la madre que los parió, cada uno con su propia forma de reaccionar a nuestros golpes, algunos más rápido o más lento, que se morirán de un golpe o de dos, siguiendo el ritmo de la canción o haciéndole la síncopa. Un sin Dios ininteligible la primera vez que el juego se pone a mezclar aquello, pero que mantiene el orden, por supuesto, gracias a la música.
La gracia de los juegos de ritmo es esa, en realidad. Respetar escrupulosamente la banda sonora que tienes de fondo para hacer que el jugador le de a uno u otro botón según la situación. Ahí, Rift acierta totalmente, proponiendo desafíos rítmicos francamente divertidos, que funcionan a las mil maravillas al ritmo del compás. Ni una canción decepciona, sino en materia de la propia música, en la traducción jugable de sus partituras. Una traducción soberbiamente diseñada, que huye de las aburridísimas flechas que simplemente tenemos que pulsar, y que complejiza la fórmula en direcciones fascinantes. ¿El siguiente enemigo es de los que necesita dos golpes para morirse? Pues ojo ese segundo golpe no se sincronice con el de la arpía que viene a todo meter. Y entonces, efectivamente, coinciden, y crean un patrón que, sí, tiene su versión exacta en formato de flecha, pero que de esta forma se vuelve mil veces más único e interesante, obligándote a pensar mientras dejas que tus dedos usen el piloto automático para pulsar lo que tienen delante a una velocidad endiablada y claramente patrocinada por algún médico privado que se encargue de operar el síndrome del túnel carpiano. Es un cambio fundamental y a la vez uno que no cambia nada, pero que logra hacer de este juego uno totalmente distinto al resto de los de su género, manteniendo intacta la interacción de los dedos con la pantalla, pero dándole un giro total a la interacción de los ojos con la pantalla.
Y creedme cuando os digo que ese cambio se nota. Poner Rift of the Necrodancer en difícil te recordará que eres un flipado, pero también te enseñará que el juego es flipante. Flipante también por eso, una dificultad despiadada en algunos casos, que te fuerza a mejorar y a no solo aprender los patrones de los enemigos —que terminarás absorbiendo como las tablas de multiplicar— sino también a aprender los patrones de las propias canciones, con esas combinaciones de enemigos de las que hablaba antes, y que muchas veces tus poco entrenados reflejos no serán capaces de predecir. Sí, es un juego exigente, especialmente si le subes la dificultad, pero siendo justos, si vas a jugar a un juego de ritmo, sabes un poco de qué va la película. O más bien, a qué suena la película.
Sí, película. Rift of the Necrodancer no es solo hacer una canción detrás de la otra, también nos propone un pequeño modo historia. Más bien tontorrón y con poco que contar, que en realidad sirve de pretexto para ir presentándote las canciones, que aparecerán dentro de las hilarantemente traducidas «brechas briosas». También se introducen cinco minijuegos rítmicos que homenajean (o se inspiran, según a quién preguntes) a los clásicos niveles de la saga Rhythm Paradise. Los cinco son divertidísimos y un descanso agradecido para los dedos, y ayudan, junto con las sencillas escenas con diálogos y despampanantes ilustraciones de los personajes, a dar empaque al conjunto, volviendo esas canciones en algo más que música. Que bueno, tampoco lo necesitan. Todavía no lo he dicho, pero creo que es evidente. Las canciones de este juego son unos temardos de cuidado. Tres canciones tengo bajadas.
Hacer un juego rítmico requiere de una sensibilidad, habilidad y paciencia muy infrecuentes. Hacer un buen juego rítmico, ya requiere auténtica maestría en lo tuyo. La gente de Brace Yourself Games ya han hecho triplete con este Rift, ritmo en estado puro y volviendo a un formato hiper conocido, pero haciéndolo suyo y también un poco del jugador. Si se abre una brecha briosa cerca de mi casa, tranquilos, os tengo cubiertos, que todavía sigo escuchando las canciones dentro de mi cabeza.
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