Best seller pretérito | Análisis de Emio – El Sonriente: Famicom Detective Club

Lejos de querer traer un caso que resolvería Poirot, Sakamoto ha preferido traer uno de personas de verdad, con todo lo que eso conlleva.

Los humanos siempre han sentido inquietud por contar historias. Es casi una necesidad, la del niño que quiere que le narres un cuento, que le hables de una leyenda o que le expliques qué hiciste el martes pasado. Los libros fueron el primer gran medio para contar historias. Y si bien la literatura es extraordinaria, también está extraordinariamente limitada. Al final, son solo palabras, lo que nos obliga a usar nuestra imaginación para rellenar los huecos, visualizar a los dragones y forzar el delirio de escuchar los cañonazos en el campo de batalla. El cine, mucho después, decidió añadir imágenes a esas historias, haciéndolas reales, rellenando los huecos de los libros, aunque haciendo que las historias ya no sean del lector, sino del director. Los videojuegos, el más moderno de los medios, va todavía más allá, permitiéndonos formar parte de esa narración, intervenir en su transcurso y, en ocasiones, en su devenir. Los tres medios son distintos, con sus exclusividades y casos únicos. Quizá por eso pocas veces funciona bien intentar mezclar demasiado las cosas. Aunque bueno, ejemplos de cómo hacerlo bien tampoco nos faltan. Seguramente sea cuestión de buena mano. Y aunque Emio – El Sonriente sería sin duda un best seller, como videojuego, bueno, no acaba de.

Hablar de Emio es hablar de su historia. Sí, ninguno de nosotros conocíamos la dichosa saga de Famicom Detective Club antes de este juego —si sí la conocías no me lo digas— pero cuando Nintendo presentó aquel extraño teaser, que más tarde se materializó en la tercera entrega de dicha saga, todos hicimos los deberes y vimos que esto era una novela visual. Así que sí, toca hablar de historia y, en consecuencia, de la trama.

Un asesinato. Un chaval de instituto ha sido encontrado con una extraña bolsa sonriente en la cabeza, presuntamente ha sido estrangulado. Nuestro prota, un joven detective de una agencia privada, deberá investigar el caso, que le llevará, a su vez, a desempolvar la leyenda de «Emio el sonriente». Como cualquier novela visual, aquí venimos a leer, a leer mucho. Conforme transcurra la aventura tendremos que interrogar a todos los implicados en el caso; desde la policía, pasando por los amigos de la víctima, los profesores y diversas caras más que la trama nos obligará a enfrentar. Os seré sincero, la escritura de Emio me ha sorprendido muy para bien. Todo el caso —la historia— se va desenvolviendo con relativa facilidad y naturalidad, donde un interrogatorio da pie a una nueva cuestión, un descubrimiento abre la mente tanto del prota como del lector y las conclusiones que saquemos harán que poco a poco las piezas encajen. En ese sentido, los personajes se llevan la palma. Hombres y mujeres perfectamente creíbles y definidos, que me han hecho sospechar, enfadarme, reír y preocuparme de forma legítima, como si hablase con un amigo de carne y hueso. Todas las herramientas narrativas de las que dispone dan lugar a un caso ciertamente intrigante, y que hará que casi siempre queramos seguir jugando para descubrir un poco más. Y no solo intrigante, la historia de Emio es, también, desgarradora. Un dramón con todas las letras, con todo el horror que os podáis imaginar. Y sí, el juego sin duda fantasea un poco en aras de un mayor drama narrativo, pero la historia es tan absolutamente humana que asusta. Lejos de querer traer un caso que resolvería Poirot, Sakamoto ha preferido traer uno de personas de verdad, con todo lo que eso conlleva.

Sinceramente, ya lo decía al principio, la historia de este juego me ha encantado. Sigo recordando nítidamente algunas escenas, las actitudes de muchos personajes y la forma magistral en que se desenvuelve la trama. La única aspereza que encuentro en este sentido está justo en el final. Un falso último capítulo que cierra, de forma más o menos apresurada, un caso que parece estar a la mitad, donde muchas cosas quedan inconclusas y que me llevó a jurar delante de la pantalla mientras pasaban los créditos. Por suerte, decía, se trata de un falso último capítulo. Y es que, en post de un golpe de efecto ciertamente efectista —permítanme aquí la redundancia—  , el último capítulo del juego, el más desgarrador, pero sobre todo el más revelador, ocurre justo al final, de una forma que nos os diré exactamente, pero que deja la boca bastante abierta. Sakamoto no solo sabe escribir historias humanísimas y durísimas, sino también intrigantísimas.

Puede que os sorprenda que lo haga tan tarde, pero hay que mencionar la jugabilidad. Emio – El Sonriente es un juego que no sobrevive, mecánicamente, a su herencia. Un absolutamente desastroso sistema de menús, un uso terrible y confuso del mismo, y una carencia virtualmente total de interactividad, hacen que una gran historia tenga que lidiar con el tedio de probar todas las opciones hasta que esta pueda seguir avanzando. En muchas ocasiones, por ejemplo, se nos obliga a hablarle al interrogado de turno acerca de una persona concreta. El juego, en lugar de seguir contándote la información de forma coherente o siguiendo algún tipo de orden o pauta, te obliga a probar todas las opciones disponibles hasta que, por pura chiripa, adivines cuál era la que hacía seguir el diálogo. Simplemente no es divertido jugar, aunque la historia compense ese problema. Y sí, no todo el mundo puede ser Ace Attorney o El Profesor Layton, pero esto está demasiado lejos de los estándares actuales, es pretérito a más no poder.

Emio – El Sonriente es un juego muy muy suyo. Una experiencia que solo se puede disfrutar si, uno, sabes exactamente a lo que vas, esto no es un juego, es una historia interactiva. Y, dos, si realmente vas a disfrutar de esa historia, si leer es una actividad que no encuentras tediosa sino fascinante. No creo que este juego, si eres del primer grupo, te haga pasar al segundo, aunque nunca se sabe. Lo que sí sé es lo mucho que yo, amante de la lectura y de las novelas visuales, he disfrutado de esta experiencia. Una historia misteriosa y terrible a partes iguales, cerrada como colofón con un corto de animación apabullante y que deja uno de esos sabores de boca amarguísimos que, sin embargo, resultan deliciosos. Lástima que mecánicamente no se haya querido modernizar un sistema de hace más de tres décadas, pero los libros tienen siglos de antigüedad y siguen siendo la mejor forma de contar historias. Quizá sabían lo que hacían. Espero que os animéis a descubrir la leyenda de Emio. Y recordad, si alguna vez lo veis, no os asustéis, sonreíd un momento, o él os hará sonreír para siempre.

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Autor

Por Miguel

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