Aquí duerme hasta el apuntador | Análisis de Princess Peach: Showtime!

Princess Peach: Showtime! es, en pocas palabras, un juego malo.

La expresión «Mucha mierda» es una de esas que aprendes de niño cuando te toca ir de excursión al teatro con el cole. Desde ese momento, pasa a convertirse en la comidilla de toda la clase, y el aula de cuarto de primaria A se llena de «muchas mierdas» justo antes del examen de conocimiento del medio. La profesora, horrorizada, os pide que dejéis de usar una frase tan soez, pero los alumnos, pequeños, que no tontos, se escudan en el hecho de que «yo solo quiero desearle suerte» y así, la lucha entre lo feo de las palabras y lo bello de su significado continúa hasta el examen de inglés. Es un dicho interesante justo por eso, por su dicotomía, por ese contraste tan marcado entre lo que denota y lo que connota. Para Princess Peach: Showtime!, sin embargo, nos basta con quedarnos con lo primero. Y aunque suerte al juego no le falte, mira, que se la desee otro. Yo soy más de lanzar hortalizas al escenario.

Lo que lo nuevo de Nintendo – o Good-Feel más bien – nos propone en esta nueva aventura de la princesa son una serie de fases cuyo formato es una obra de teatro. En cada una de estas obras recibiremos una transformación especial que nos permitirá desempeñar el papel que se nos ha sido asignado. Aquí subyace el problema más fundamental de este título, hay muchas obras, muchas transformaciones, muchas ideas, pero ninguna se termina de ejecutar bien. Podríamos decir que el juego, sí, tiene «mucha mierda». Las diversas transformaciones y obras en las que iremos participando a lo largo de la aventura no logran en ningún momento sentirse especialmente divertidas. La espadachina, el primer rol que encarnamos en el juego, es un buen concepto, una posibilidad de crear una jugabilidad interesante con la espada y el plataformeo, pero se queda en nada. El juego, en su risible intento de ser infinitamente simple, olvida que también tiene que ser divertido, y restringe la jugabilidad a tan solo dos botones que implican, en el caso de la espadachina, que el botón de saltar y esquivar sean el mismo. Lo absurdo de esto se traduce en todas las transformaciones, haciendo que un juego que no para de proponer ideas nuevas se sienta tedioso y aburrido, pues todo se resuelve y se ejecuta de la misma manera, con el mismo botón. Hay quien achaca esto al público objetivo de este título, los jovenzuelos, pero, como decía al principio, los niños son pequeños, no tontos, y hacer una mala jugabilidad por mantener una supuesta simpleza solo logra que todo el conjunto sea considerablemente peor.

Considerablemente peor, sí. Ese sentimiento prima en todo el título. No solo las transformaciones son aburridas y están mal ejecutadas. El juego entero se siente pobre, barato, mal terminado. Todavía me estremezco pensando en el dichoso nivel del detective, mal planteado hasta el infarto y que me hizo ver todas las costuras posibles: desde la lentitud general del título, pasando por el nulo diseño de personajes y escenarios, la mala gestión de los coleccionables, la pobreza de la música y, como decía, esa sensación omnipresente de que estamos ante un título que no da para más. No dejaba de frustrarme con cada sección insulsa y simplona, cada decisión de diseño absurda y todas las veces que he tenido que repetir niveles para encontrar algún coleccionable por no dejarme retroceder. ¿No os han entrado ganas ya de lanzar tomates al escenario? Bueno, quizá sea porque, al menos, el teatro es un sitio agradable.

Y es que, a fin de evitar hablar solo de lo malo, haré el esfuerzo de señalar lo más salvable del título. El apartado más competente de la última aventura de Peach es la dirección artística. Ojo, el juego no se ve especialmente bien, todo está algo borroso y el rendimiento solo lo empeora, pero se nota un cierto esfuerzo en hacer el juego teatral. Disfraces bien trabajados, pósteres con diseños coherentes, escenarios que realmente parecen el decorado de alguna obra o la propia princesa, a la que se la ha dotado de todo un abanico de atuendos que le sientan francamente bien. El juego quiere deslumbrar con el diseño y, si bien la tecnología de la Switch claramente le lastra, termina por convencer. También se salvan de la hecatombe algunos poderes concretos, como el del Kung-fu, o los jefes, que tienen diseños interesantes y ofrecen retos bastante únicos. No, estos apartados no compensan el descalabro general, pero hacen que tu estancia por el teatro no consista solo en esperar al entreacto para largarte.

La dirección de arte es uno de los apartados más salvables.

Princess Peach: Showtime! es, en pocas palabras, un juego malo. Un producto que parte de una premisa interesante y que intenta proponer muchas cosas, pero que se siente increíblemente pobre en lo jugable, con decisiones minimalistas que hacen que también la diversión sea mínima. Da pena que el regreso protagónico de la princesa sea así, más si tenemos en cuenta que el anterior juego era de lo mejorcito de Nintendo DS, pero al final esta obra de teatro no ha dado para más. La realidad es que aquí duerme hasta el apuntador.

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Autor

Por Miguel

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