Agua dulce, agua manchá | Análisis de Spilled!

Pero no hemos venido solo a pelar gambas mientras contemplamos el paisaje. Aquí se viene a currar.

¿Cómo que la desarrolladora está haciendo el juego en un barco? Esta fue la pregunta que me hice cuando, hace ya unos años, vi por primera vez una imagen de Spilled!. Está claro que la escena indie está plagada de historias rocambolescas; desde tres personas cualquiera en Australia llegando al cénit de su género, hasta los tarados que vuelven a hipotecar sus casas para que su jueguico salga adelante. Y, sin embargo, diría que esta historia supera a todas las demás. Algún día me tendrán que explicar cómo programar en alta mar sin echar la pota.

Solo por eso, reconozco que ya tenían mi atención. Bueno, miento. Por eso y por un apartado visual absolutamente apabullante. Empecemos por aquí. Spilled! es un juego de píxel gordo como el que más, pero igualmente precioso. Los árboles se bambolean con el viento, el agua acaricia las orillas de las colinas, el fondo marino está repleto de criaturas y corales. Toda la chapa y pintura están tremendamente cuidadas para que la experiencia te entre por los ojos, por los oídos y por todos los sentidos que necesites. La atención por el detalle roza lo enfermizo en ocasiones, con un mapeado igual de cuidado que el resto, plagado de elementos que observar y que vuelven todo nuestro recorrido una fascinante excursión. Pero no hemos venido solo a pelar gambas mientras contemplamos el paisaje. Aquí se viene a currar.

La premisa de Spilled! no podría ser más sencilla: estamos tan tranquilos sobando en nuestro barquito cuando otra embarcación empieza a llenar de petróleo las prístinas aguas en las que descansamos. Como la autoridad portuaria nos pilla a desmano, nos tocará a nosotros limpiar las aguas y retirar toda la negruzca sustancia. Tan fácil como eso. Mover el barco, recoger porquería y vaciar nuestro tanque en una serie de estaciones flotantes que nos darán a cambio un dinero que invertir en mejorar la velocidad, la capacidad o el tamaño de la pala de nuestro barco. Así, iremos recorriendo las ocho zonas del juego devolviendo el color azul a las costas, maniobrando y salvando animales que se han quedado atascados en el alquitrán. Como decía, una propuesta humilde, pero igualmente pulida. El control del barco es duro y lento, pero precisamente por eso se siente auténtico y natural, forzándonos a entender la lógica con la que hacer virar nuestro buque si queremos que esas botellas que hemos atrapado en nuestra pala no se escapen de camino a la recicladora. Poco a poco, a medida que avancemos, se nos proponen dos pequeñas mecánicas más: lanzar un chorro de agua que quitará el petróleo de zonas fuera del agua, y un imán con el que atrapar bidones hundidos. Tras una horita de repetir el bucle higienizador, atracamos en nuestra casa y podemos seguir durmiendo.

Y ya está. Eso es Spilled!, un juego minúsculo, una de esas joyitas concentradas de buen gusto y originalidad tan propios del desarrollo independiente. Me ha encantado maniobrar mi barquito mientras limpiaba. Me ha relajado sobremanera y me ha llenado de satisfacción el sonido que hace la pala al recoger basura. Me he quedado fascinado mirando las laderas, los edificios, los campamentos y todos los pequeños detalles que pueblan su minúsculo mundo. Y me gusta, por último, la fuerza con la que se transmite el mensaje ecológico del juego. Porque sí, es fácil intentar hacer un juego para promocionar una agenda concreta, pero no es nada fácil hacer un juego bueno para promocionar una agenda concreta. Si entráis en la página de Steam del juego encontraréis más información de este tema, y también un par de fotos del barco de la desarrolladora, que vuelven a hacer que me pregunte cómo ha sido posible este proyecto. Esperemos que este juego sirva para mantener a flote a su desarrolladora, y ustedes recuerden no tirar latas al mar, que luego es una lata andar recogiéndolas con la pala (no veas cómo se escapan).

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Autor

Por Miguel

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